Es la lucha contra el tiempo, el reloj y la extinción. Es la pelea permanente por seguir siendo demandados, buscados y deseados. Es un combate constante por no acomodarnos, relajarnos y dejarnos llevar cuando el viento sopla a favor.
Aunque se producen saltos, cambios de inercia e impulsos, no hay un día en el que los empresarios mudamos la piel aprovechando que llega la primavera.
No funciona así. No nacemos con un catálogo que nos acompañe toda la vida. Ni damos la vuelta a la empresa cada 5 años. Es todo mucho más despacito, pasito a pasito.
Innovación “a goteo”. Sin catarsis. Sin disrupción. Pero esa innovación “a sorbitos” la que más responde a la realidad del empresario medio. Y no por eso es menos genial.
Y esto no ocurre por casualidad. Vamos desarrollando nuevos enfoques y nuevas herramientas que nos van renovando de forma constante. Para diferenciar nuestra marca, evolucionarla, sostenerla en el tiempo, defender o aumentar la cuota de mercado entran en juego estas dinámicas innovadoras.
Es un tema de adaptación natural y más innato de lo que pueda parecer. Estamos acostumbrados a trabajar en algo que no existía antes y a responder ante la incertidumbre.
Las empresas pequeñas y medianas tenemos la tranquilidad de contar con el conocimiento, la experiencia y la confianza de los clientes. Empresas con personalidad, expertas, rápidas y especializadas. Las capacidades están. El resto son nuestras herramientas de trabajo: la tecnología, el talento, la creatividad y el dinero.
Pero lo que las mueve es nuestro espíritu emprendedor para generar esa innovación incremental que hace que vayamos evolucionando cada servicio en algo mejor. La innovación es nuestra respuesta a la lucha diaria para no quedar estancados.
Lo difícil es cuando lo que queda obsoleta es la actitud, las ganas de emprender.

Tener coraje para invertir

No tener miedo a arriesgar, a cambiar o a fallar

Dedicar tiempo a pensar
Conclusión
Por encima de todo se necesita intención y valor.
Ciertamente necesitamos contar con medios. Pero también poner en valor las capacidades que ya tenemos de conocimiento, experiencia, rapidez y capacidad de resolución que nuestros clientes nos reconocen. El pasito a pasito consolida una innovación bien alicatada que nos permite evolucionar sin traumatismos ni sobresaltos.
Somos más lagartos que serpientes. Nuestro proceso de innovación responde más al cambio gradual de piel del lagarto que a la muda radical de camisa de las serpientes.
Permanecer inmóviles disfrutando de la situación actual cuando va a favor implicaría que en algún momento dejaríamos de respirar. Bloquear ese cambio natural favorece que esa capa de piel se convierta en algo tan duro que no lo podremos romper y en el futuro nos impedirá crecer.
Así funciona la lucha por la vida en las empresas. La innovación es parte de nuestro ciclo natural.